SEXUALIDAD Y EVANGELIO Sesión del miércoles 12 de agosto de 2009 CENTRO TEOLÓGICO MANUEL LARRAÍN
Asisten Cristián Barría, Pablo Concha, Carolina Correa, Carolina Del Río, Alejandra Lustig,Caridad Merino, Carmen Reyes, Mike Van Treek, Fernando Verdugo y Samuel Yáñez. Texto de lectura previa
HÉRITIER, F, Masculino / Femenino II. Disolver la jerarquía, FCE, 2007, 209-226.
La antropóloga francesa, en Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia (1996), seplanteaba la pregunta acerca de cómo han sido pensadas a lo largo de los años y por diversasculturas, las diferencias entre los sexos. En ese recorrido constataba una dominación de lomasculino sobre lo femenino por una indebida jerarquización de las diferencias. ¿Cómo esposible –se preguntaba hacia el final de esa obra- que las diferencias se hayan conceptualizadoy traducido en una jerarquía en la que prima lo masculino?
En Masculino/Femenino II. Disolver la jerarquía, Héritier plantea la tesis de que ladominación masculina pasa fundamentalmente por el cuerpo de las mujeres. Laconceptualización que se hace de que “habría una naturaleza, una ‘esencia’ femenina,” leídadesde Aristóteles como imperfecta y asumida –no siempre en la teoría, sino más bien enla práctica- en la lectura cristiana, justificaría la sumisión del género femenino. Héritier sepregunta si esa esencia imperfecta no es más bien una manipulación simbólica de los datos afin de construir lo real de acuerdo al paradigma masculino y si la dominación por la violenciasobre las mujeres, fenómeno creciente en el mundo, es parte de ese paradigma masculino o essigno de su resquebrajamiento.
Para intentar dar respuesta, hace un recorrido por estudios de campo realizados en diversascomunidades culturales llegando a identificar lo que, a su juicio, constituye un “núcleo durode observaciones primordiales”. Núcleo duro que estaría a la base de la jerarquización de lossexos y que se expresa en la capacidad exclusivamente femenina de tener hijos. Más aún, “parareproducirse como idéntico, el hombre está obligado a pasar por el cuerpo de una mujer. Nopuede hacerlo por sí mismo. Esta incapacidad es la que asegura el destino de la humanidadfemenina.” (p. 23) Destino escandaloso ante la pregunta de ¿cómo es posible que las mujerespuedan concebir a sus hijas mientras que los hombres no pueden concebir a sus hijos (a susiguales)?
“Las mujeres aceptan, por la fuerza de la ideología y por cómo la interiorizan, un sistema quelas pone al servicio de la procreación de lo masculino (.) Así el destino de las mujeres habríaestado marcado desde el origen del pensamiento consciente, por un lado por la observaciónde la diferencia sexuada que condiciona la aparición del pensamiento de categorías binarias,jerarquizadas y valorizadas porque son connotadas respectivamente por los signos de lomasculino y lo femenino y, por otro lado, por el hecho de que los hombres deben pasar por las
mujeres para reproducir a su igual, lo que implica la apropiación y el avasallamiento de estasúltimas a esta tarea, y su interiorización”. (p.25)
El pensamiento arcaico expresado por Aristóteles afirmaba que el nacimiento de mujeres eraseñal de un déficit de la potencia viril, la cual, en condiciones normales, engendra buenosproductos, es decir, hombres. El hombre, entonces, es motor de la procreación y las mujeresestán para darle hijos a la nación (o a la Iglesia) El hecho, según Héritier, de que los hombresconsideren a las mujeres como un recurso que les pertenece para reproducirse ha hecho que secodifique lo “superior” como masculino y lo “inferior” como femenino.
Por lo tanto, si aquí radica el problema, ¿cómo pueden las mujeres salir de este sistema dedominación que les impone el estatuto de reproductoras? Controlando la reproducción. “Paraque ese sustrato cambie de manera radical, las mujeres deben acceder a ese estatus de derechoque es el estatus de la persona autónoma. El acceso a la anticoncepción es para mí la palancaesencial de la emancipación femenina”. (p.129) El rechazo a políticas sexuales igualitarias(derechos reproductivos, Pekín, 1995) esconde el miedo, según Héritier, a perder el control queejercen los hombres sobre la sexualidad femenina, y a todos los otros aspectos que derivaríande éste.
La anticoncepción. Hacia una nueva relación de las categorías de lo masculino y lo femenino
El hilo conductor de las páginas leídas radica en la pregunta de si la revolución que significó (ysignifica) la anticoncepción podrá influir sobre la elaboración arcaica de las representacionesadmitidas de la relación entre los sexos. “Es necesario poner en evidencia los posibles cambiosdentro del paradigma de la dominación masculina (.) de lo que pasa en las mentes, en lossistemas de representaciones, en el camino hacia una nueva relación de las categorías de lomasculino y lo femenino”. (p. 211)
Al asumir las mujeres el control de la natalidad se producen cambios sociales y conceptuales. A juicio de Héritier esto sucede, por un lado, al ser pareja de pleno derecho con todo lo queello implica en los distintos dominios y, por otro, una posibilidad de “inversión de todas lasjerarquías categoriales de las nociones que gobiernan nuestros sistemas de representación”, ysi esto no se logra plenamente, al menos, “lograr un mejor equilibrio o una nueva distribuciónque haría que lo negativo no se asociara automáticamente al polo femenino ni lo positivo almasculino, lo que sería un verdadero signo de igualdad”. (p. 219)
La anticoncepción en manos de las mujeres era una prolongación de las funciones propiasde la procreación. Sin embargo, el alto impacto y la amplia recepción por parte de éstas, laconvirtieron en “recurso de su nuevo poder y su modo de progresar”. (p. 221)
La ciencia moderna ofrece también anticoncepción a los hombres, pero ésta es “vistamayoritariamente como una intervención que amenaza la integridad física del cuerpomasculino, con consecuencias orgánicas, psicosociales, sobre todo de identidad, debido a laidea que se vincula a la naturaleza del esperma y a las funciones específicas del aparato genitalmasculino. Cuando se atenta contra el esperma, en el imaginario, también se atenta contra lavirilidad. (.) Para el hombre, la suspensión de la fertilidad es un atentado contra la virilidad,
una castración simbólica, una pérdida del estatus social dominante y sobre todo un notabletemor a la feminización, a partir del cambio radical de roles y fronteras entre los géneros”. (p. 222)
Esta lógica que opera en la dificultad de asumir la anticoncepción masculina, es la misma queopera en el éxito del Viagra y similares. El Viagra, que permitiría una mejor performancemasculina en la realización del acto sexual, no implica necesariamente la satisfacción de lasmujeres. Más bien, esto apunta a la prolongación de las fantasías sexuales de dominación,elemento que da que pensar acerca de los valores actuales de la dominación masculina. Conversación
El que se puede denominar núcleo duro de la argumentación de Francoise Héritier es elsiguiente. Sólo la mujer puede parir hijos, el varón no. Éste es el privilegio de ella, el varónlo sabe. Por ello tiene una envidia del útero. El padre quiere ser madre, pero no puede. Ella reproduce a su igual femenina, pero él no puede hacer lo mismo con su descendenciamasculina: requiere de la mujer como medio. Esto lleva al varón a establecer una relacióngeneral de dominio sobre la mujer. Es la dominación masculina, que precipita en prácticas,lenguajes, instituciones y tradiciones –la mujer es la vasija donde el varón engendra sus hijos(Homero), la mujer es biológicamente un varón incompleto (Aristóteles). El varón necesitacontrolar a la mujer, necesaria como mediadora para la reproducción de lo masculino. Elpoder femenino, sentido en la envidia del útero, genera en el varón afán de control, que acabaplasmándose en mecanismos de dominación. Hasta aquí el núcleo duro. Cabe una pregunta,sin embargo, pues la envidia y el afán de control no constituyen sin más razones suficientes. Es necesario que efectivamente pueda ejercerse la dominación. ¿Cómo es posible ello? Elvehículo probablemente ha sido la fuerza. Es decir, en la raíz de la dominación habría unaviolencia y un sometimiento, crueldad, dolor y seguramente algo de aquiescencia.
Se llega a establecer, de este modo, un paradigma jerárquico de relación, marcado por ladominación. Este esquema sigue vivo y activo en nuestros días. Pueden darse de ello algunosejemplos. ¿No trata la mujer a veces, en sus luchas reivindicativas, no sólo de alcanzar igualdignidad que el varón, sino también de igualarse a él en lo masculino? ¿No está culturalmenteaceptado en los sectores de bajos ingresos que el varón pegue en lo suyo? Y en los sectoresaltos, no es menor la dependencia violentada y la reducción de la mujer al ámbito privado. ¿No es lo asociado culturalmente a lo masculino lo que vende en el mercado? Lo asociado a lofemenino sigue rechazándose, o se lo busca dominar –lo íntimo, lo que acoge, lo corporal (laleche, la sangre).
Uno podría argumentar que el evangelio de Jesús, la fe cristiana, trae consigo un paradigmaigualitario de hermandad entre los hijos e hijas de Dios. Es pensable, entonces, que suinfluencia histórica haya significado, de uno u otro modo, un enfrentamiento con el esquemajerárquico. Hay estudios en este sentido, que destacan transformaciones generadas porinfluencia del cristianismo en la consideración de la mujer en la sociedad. Pero estos cambiosno parecen haber sido suficientes y, hoy por hoy, el esquema jerárquico de dominación puedereconocerse en la vida social y en aspectos de la misma vida eclesial. ¿Cómo comprenderesto? La Iglesia asumió formas, categorías, estructuras culturales en los primeros siglos de
su historia, provenientes de Grecia y Roma. Margareth McDonald sostiene que el fenómenode asunción del paradigma jerárquico habría tenido lugar en las comunidades paulinas, comoresultado de complejos procesos asociados a la interacción entre evangelio y cultura griega.
En el horizonte de una cultura de dominación jerárquica entre lo masculino y lo femenino,sostiene Héritier, el desarrollo de la anticoncepción en la segunda mitad del siglo XX, enespecial de la píldora, es un hecho máximamente relevante, por lo que significa y por susconsecuencias para la transformación de prácticas y mentalidades. Se trata, a su juicio, de unhito histórico, cuyos elementos integrantes son la existencia de medios técnicos de controlde la natalidad, su aceptación amplia entre las mujeres y el establecimiento de políticas ylegislaciones coherentes. La consecuencia más significativa de este hecho complejo sería laliberación de la mujer en el lugar mismo de la dominación, a saber, en su cuerpo. Se abriría,así, la posibilidad histórica de la mujer como sujeto autónomo y, justamente por esto, comopareja igualitaria del varón, con derechos y deberes correlativos.
Se dialoga sobre esta interpretación del hecho. La tesis de la autora es sugerente, pero abrepreguntas. La aparición de la píldora también está asociada a los procesos de industrializacióny consumo, es decir, al capital y sus fines. Desde esta perspectiva, la píldora aparece comoinstrumento de una dominación ejercida por intereses económicos y políticos. La píldoratambién puede contribuir a una perpetuación de la cultura machista entre los varones,profundizando la desvalorización de la mujer, reducida a mero objeto sexual. Aunque en elseno de relaciones igualitarias de pareja, se da un crecimiento de la misma vida de pareja yde su libertad para decidir. Queda, en todo caso, la interrogante sobre la efectividad de lasconsecuencias que tiene y tendrá el hecho de la píldora en el imaginario real. Uno podríaargumentar que igualmente se trata, en este caso, de una penetración en el cuerpo femenino,cuya finalidad es el control. Se reforzaría, de este modo, el control masculino, más que elcambio de su mentalidad. Pues aquí hay un asunto que es preciso considerar: el problema delas masculinidades. Si hay una crisis hoy, parece estar más entre los varones que entre lasmujeres. Así lo insinúa, por ejemplo, el Informe PNUD 2004, que habla de una masculinidaddesafiada y aproblemada.
En suma, el texto gusta a algunos, pero también incomoda a otras, a quienes parecendemasiado simples los análisis. En los procesos reales, las relaciones están más entreveradasy son más complejas. Todos tenemos de femenino y masculino -no se trata solamente deun asunto de dominación entre varones y mujeres. La dominación establecida también haacomodado a las mujeres. El mismo texto tiene un lenguaje “masculino”. En este sentido, lo
“femenino” sigue marginado. Lo que hay es un patriarcado, en buena medida conveniente paravarones y mujeres. Desde este punto de vista, las preguntas que habría que encarar irían en otralínea. ¿Hay diferencias entre varones y mujeres, que no resulten deseables? ¿Cómo desterrarla violencia de la relación?
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