Vigencia del Género Testimonio en América Latina Juan Carlos Vázquez Medeles Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
El género testimonial tiene una presencia heterogénea en el ámbitoliterario e histórico dentro del campo de estudio de América Latina. La narración en los textos testimoniales es un aporte al esclarecimientohistórico de un proceso vívido, en el que el testigo de primera manoy a la vez protagonista de una serie de acontecimientos, acaecidosdurante los conflictos armados de diversos países latinoamericanos,asume una serie de roles significativos en ellos, es decir, participade manera activa en el desarrollo histórico de su país, a manera deagente histórico.
El uso de la entrevista como herramienta de compilación
informativa es y ha sido parte de la constitución de las obrastestimoniales, no como recurso único y/o hegemónico, pero si comoun recurso importante para ello. Es posible rastrear el métodoen diversas obras en las que se constituye el testimonio a partir ydesde la entrevista, sea de manera explícita por parte del testimonianteo el compilador, o ya sea por la propia disposición de la obra, como esel caso paradigmático de la obra presentada por Elizabeth Burgos(1988) o de Carlos Figueroa Ibarra (2004) respectivamente. Como severá más adelante, no existe una definición genérica de las obrastestimoniales, pero ello no implica que se admita la entrevista comoobra testimonial o que se lleve a negarla como tal. Otro aspecto quecontiene la entrevista es la función catártica que sucede en el testimoniante,donde la necesidad psicológica se fusiona con la liberación de suexperiencia a través de sus palabras y otorga una intencióninmediata de denuncia.
A cuarenta años de la mención del género en la revista literaria
Casa de las Américas, las vertientes teóricas que han tenido interés en
él, siguen aportando elementos para su estudio. En las siguientes líneas,se presenta el desarrollo del género, su evolución y su permanenciaen el ámbito cultural de América Latina, poniendo énfasis enla vigencia de éste en el ámbito académico que se encarga delconocimiento de la región; con lo cual, se pone de manifiesto lapertinencia y vigencia del testimonio, principalmente en las sociedadesque, después de haber enfrentado un proceso político armado, nohan podido solucionar las problemáticas que los llevaron a serpartícipes de ese proceso. Las interpretaciones y estudios que se haganen torno a las obras conocidas dentro de este género son parte de lareconstrucción histórica que combate el olvido, así como elconocimiento de cada región.
La literaturización de las experiencias de lucha, opresión,
marginalización, etcétera, en América Latina es parte de un procesode transformación en diversas áreas culturales y sociales en suhistoria. Por ello, es necesario abordar el tópico del génerotestimonial instituido y formalizado como tal con el Premio Casa de1970, que al establecer un espacio para este tipo de obras, dio lugarpara que se manifestaran algunas vertientes teóricas en torno a sucontenido. En consecuencia, los dispositivos que se generaron a partirde ello ofrecen una gama de reflexiones en razón del ser del propioGénero que dan pie a someterse a discusión. De la Casa para América Latina
El Género Testimonio como fenómeno cultural latinoamericano,emergente de la dinámica política y social, se ha estudiado a partir deuna creciente representación de obras testimoniales en la Cubapost-revolucionaria. La Biografía de un Cimarrón (Barnet, 1977) esconsiderada la obra primaria, publicada en 1966, en la cual MiguelBarnet presentó la vida de Esteban Montejo, un anciano de colormayor a los 100 años, quien trabajó como esclavo en los ingeniosazucareros cubanos. Con la publicación de la obra y elreconocimiento del organismo literario cubano, a través de su revistaliteraria Casa de las Américas comenzó el despliegue teórico sobre el
Testimonio. En 1970, la revista introdujo en las bases de su concursoel Género Testimonio, puesto que la representación de sus formasapareció desde la década previa.
El movimiento armado cubano en América Latina significó una
alternativa para las naciones que la conforman. Al tomar el poder, losrevolucionarios cubanos pusieron especial interés en losmecanismos formativos estructurales y características de surégimen, mismas que se formalizaron poco a poco. La imitación delejemplo cubano adquirió diversas tonalidades, según la región quelas llevó a cabo; es así como la producción testimonial de losparticipantes en los movimientos rebeldes de América Latina tomófuerza, y el organismo cubano que representaba la revista literariaCasa de la Américas fungió como transmisor de dicho género, a la vezque lo nombró como la verdadera literatura revolucionaria (Ochando,1995: 167). Así, la Revista le otorgó un espacio de configuración, endonde se legitimaron sus representaciones.
Anterior a 1970, algunas obras ganadoras en el concurso literario
de la revista Casa, tuvieron como tema central algún movimientorevolucionario en América Latina, donde se presentaron experienciasguerrilleras de diversas maneras. En el Premio Casa de 1967, RenatoPrada Oropeza fue galardonado en la modalidad de novela por laobra Los fundadores del Alba, en la que es enunciada la última experienciaguerrillera de Ernesto Guevara en territorio boliviano; si bien eltrabajo de Prada Oropeza no fue establecido como un testimonio,tiene una cercanía en su elaboración.
De la misma forma, diversos autores presentaron obras en
los géneros tradicionales. Sin embargo, contenían rasgos testimoniales,como el ensayo Manuela la mexicana de la cubana Aida García Alonso,Los Hijos de Sánchez del estadounidense Oscar Lewis, Biografía de unCimarrón del cubano Miguel Barnet, Hasta no verte Jesús mío de la mexicanaElena Poniatowska, Juan Pérez Jolote del mexicano Ricardo Pozas,Operación Masacre del argentino Rodolfo Walsh, entre muchas otrasobras participantes. La presencia de los trabajos significó para el géneroun aspecto relevante, mismo que fue señalado por la editorial de laevista Casa, puesto que «le dio, al menos en nuestra lengua, unapersonalidad de la cual carecía» (Casa de las Américas, 1995: 120-121).
Con la expresión testimonial en el certamen literario, las dificultades
se presentaron continuamente para elegir los trabajos a galardonar,puesto que el estilo no se ajustaba dentro de la modalidad en que seregistraron. Un ejemplo de ello fue la obra Comandante de América quecontenía elementos testimoniales y compitió en cuento. Sin embargo,el premio en la modalidad de ensayo fue para Perú 1965: una experienciaguerrillera (1969)de Héctor Béjar Rivera, en la cual muestra laexperiencia de un jefe guerrillero desde la cárcel, con un esfuerzo porsuprimir la narración en primera persona para dotarle de un sentidoobjetivo. El jurado optó por su premiación, señalando las razones enlas páginas de Casa de esta manera:
El autor nos entrega lo que seguramente constituirá uno de los documentospolíticos más importantes de este tiempo y un verdadero modelo de ensayo en elque la pasión patriótica y la lealtad revolucionaria canalízanse ejemplarmente enuna exposición donde el penetrante espíritu crítico y autocrítico y la maduraserenidad de sus meditaciones, no solo sirven de esclarecimiento informativo,sino que trascienden el marco de la pura narración descriptiva para convertirse entestimonio que induce a la reflexión, insta a la acción unida, eficaz, incentiva yfortalece la confianza en el porvenir de la lucha liberadora continental (Casa de lasAméricas, 1969: 196).
El 4 de febrero de 1969 se reunieron Ángel Rama, Isidora Aguirre,Hans Magnus Enzensberger, Manuel Galich, Noé Jitrik, RodolfoWalsh, Ricardo Pozas, Raúl Roa y Haydee Santamaría, miembros deljurado para el concurso del siguiente año, junto con parte de la directivade Casa de las Américas. Uno de los puntos polémicos de la reuniónderivó en buscar una solución a la problemática de las obraspresentadas que contenían rasgos testimoniales; ante la dificultad deenmarcarlos en algunas de las cinco categorías que tenía el concurso,se concluyó que era conveniente considerar al Género Testimoniodentro de las bases del Premio Casa de 1970 (Casa de las Américas,1995: 122-124). Cabe señalar que la Revista no fue quien creó el género«más bien se vio forzada a tomarlo en consideración, pero al hacerlolo legitimó y le proporcionó un nuevo marco de referencia» (Casa delas Américas, 1995: 120).
El espacio creado, dentro del certamen literario de Casa de lasAméricas, permitió la participación de obras sui generis creadas bajouna perspectiva diferente a los cánones literarios. Lo que fue lainstitucionalización (Ochando, 1995: 170) de la modalidad deTestimonio redujo la deliberación para escoger la obra a galardonar;además, fue sorteada la problemática que tuvieron los miembrosdel jurado al ubicar las obras testimoniales en otros géneros ajenosal Testimonio.
La nueva modalidad respondió a las necesidades políticas de
los debates estéticos en América Latina (Ochando, 1995: 170), así comoal proyecto cultural cubano que concibió a las obras como la verdaderaliteratura revolucionaria. Respecto a la introducción del testimonio comoun nuevo género en el Premio Casa, el escritor Rodolfo Walsh afirmóque fue «la primera legitimación de un medio de gran eficacia para lacomunicación popular» (Casa de las Américas, 1995: 121).
La participación de intelectuales de la isla en el Género
Testimonio fue amplia, llevándose una mención la obra de VíctorCasaus, editor de la revista cubana El Caimán Barbudo, por su obraGirón en la memoria. No obstante, el Premio Casa de 1970 otorgó elreconocimiento a la obra La guerrilla tupamara (1970)de la uruguayaMaría Esther Gilio. El jurado señaló que a la obra ganadora, porunanimidad, se le reconocieron:
[.] sus méritos literarios, la actualidad del tema y la trascendencia política ysocial, puesto que documentan de fuente directa, en forma vigorosa y dramática,las luchas y los ideales del Movimiento de Liberación Tupamaros así comoalgunas causas sociales y políticas que han originado en el Uruguay uno de losmovimientos guerrilleros más justificados y heroicos de la historiacontemporánea(Casa de las Américas, 1970: 226).
La obra presenta diversos fragmentos de los testimonios que recogióla autora durante el periodo que abarca los años de 1965 a 1970 enUruguay. Esther Gilio presentó su trabajo testimonial bajo unaintencionalidad que es señalada en el mismo libro: «la fuerza está enel pueblo aunque éste no lo sabe, hay que hacérselo saber. Pero nocon las tablas de la ley, con su propia experiencia directa» (1970: 15).
Esta actitud fue penetrando en los autores testimoniales y fue parte
del análisis teórico que se empezó a desarrollar con el interés que atrajoel Género. Barnet no sólo es considerado como el autor queabrió camino con su obra en la producción testimonial latinoamericana,sino que además, su preocupación por esta tendencia fue plasmadaen un artículo titulado La novelaTestimonio: Socio-literatura (Barnet, 1983:11-43),en el que expone algunas características sobre lo que élconsidera como relato etnográfico, novela realidad o novela testimonio(Barnet, 1983: 21). Barnet señala en su obra la necesidad de fundaruna literatura del yo latinoamericano, sin que se excluya al Testimoniode la literatura y su identidad latinoamericana sea puesta en énfasiscomo el desarrollo del modelo de lo real maravilloso. Sin embargo, su planteamiento se vincula al discurso de la identidadcubana post-revolucionaria, pero resalta una integración socializantepropia del Testimonio en el que por la manifestación de estas obrasse pueda «contribuir a articular la memoria colectiva, el nosotros yno el yo» (Dröscher, 2004). La institución del Género es en sí unapraxis en aras de legitimar los procesos sociales y políticos, tantode Cuba como de los países latinoamericanos que sostenían un procesorevolucionario. A su vez, es una nueva estructura cultural y política,instaurada por una revolución triunfante, la que legitima suaparición como género, a través de las páginas de la revista Casa delas Américas, la cual ocupó un lugar esencial para la construcción deuna nueva Cuba por medio del discurso con apoyo de la literatura.
En el artículo de Carmen Ochando titulado Hacia laInstitucionalización del Testimonio (1995: 163-170), tenemos unacercamiento a la génesis del Género y al contexto literario en que sedesarrolló su penetración en el Premio Casa. En ello es sobresalientela participación del grupo editor de la Revista Casa de la Américasque convocó al concurso, principalmente su director, RobertoFernández Retamar. Además otorga una mirada sobre algunas obrasparticipantes en el concurso anteriores al establecimiento del género,pues sus características se acercan a éste y poseen un proceso deliteraturización de una experiencia vivida (Ochando, 1995: 168).Una mirada a su interpretación
El interés en el estudio del Género ha delimitado dos vertientes. Laprimera pone énfasis en contextualizar su génesis y otorgarle unadefinición. Bajo las temáticas señaladas, la aparición de la obra deMiguel Barnet y el trabajo de la revista literaria Casa de las Américas—tanto por su espacio crítico y difusor, como por su certamen literarioPremio Casa— han permitido historiar el surgimiento y evolución delTestimonio. Por otro lado, el concederle una definición ha llevado ala propia teorización del Género. El interés por el Testimonio que hapuesto John Beverley confirió, 17 años después de suinstitucionalización a través de la revista Casa de las Américas, unadefinición que pareciera el punto de partida para su estudio, a partirde un «corpus testimonial» de 22 textos seleccionados por el autor. El artículo multicitado «Anatomía del Testimonio» (Beverley, 1987:153-168), señala que:
[.] un testimonio es una narración —usualmente pero no obligatoriamente deltamaño de una novela o novela corta— contada en primera persona gramatical porun narrador que es a la vez el protagonista (o el testigo) de su propio relato. Suunidad narrativa suele ser una «vida» o una vivencia particularmente significativa(situación laboral, militancia política, encarcelamiento, etc.). La situación delnarrador en el testimonio siempre involucra cierta urgencia o necesidad decomunicación que surge de una experiencia vivencial de represión, pobreza,explotación, marginalización, crimen, lucha (Beverley, 1987: 157).
Este concepto ha sido reproducido continuamente en relaciónal estudio del Testimonio, pese a que el autor ha resaltado laprovisionalidad y flexibilidad de su definición.
No obstante, la lista de adjetivos para el Género es larga y variada
—lo que pareciera como una multiplicidad de objetos—, le da unagama de interpretaciones y características que han abierto brechaspara su propio estudio. Aún así, es necesario resaltar quelas connotaciones hacia el Género implican las particularidadessociales, políticas, ideológicas, lingüísticas, literarias, etcétera, de lacorriente teórica con la que fue abordada la reflexión o de la Instituciónde la que surgió. Ello lleva a mantener una dinámica activa en la
definición formal y única de las representaciones testimoniales, asícomo a enriquecer aspectos esenciales que las conforman y configuran. Los calificativos oscilan entre la «novela-testimonio», «texto de noficción», «relato de testimonio», «literatura testimonial», «discursomemorialístico», «narrativa de no ficción», «discurso documental»,«literatura de resistencia», «escritura testimonial», «testimonio oral»,«discurso de testimonio», entre otros (García, 2003: 33).
Las temáticas que comprenden la interpretación del Testimonio
han tomado dos rumbos dentro del ámbito académico, siguiendo laspalabras de Valeria Gringberg:
La primera se ha interesado por legitimar el testimonio como «la voz de los que notienen voz» (Beverley, Zimmermann, Gugelberger, Craft); estos autores seidentifican con el programa político-revolucionario que atribuyen al testimonio, altiempo que subrayan su carácter auténtico, no ficcional: «[.] it is what really happened,‘the real thing’, truth versus lie —the Big Lie of racism, imperialism, inequality, class rule,genocide, torture, oppression— that is at stake in testimonio» (Beverley: 3). La segundaha estudiado las características discursivas y/o narratológicas del testimonio con elobjeto de definir la especificidad del mismo como forma literaria (Slodowska,Zavala, Mackenbach, Delgado); estos autores cuestionan las definiciones deltestimonio que lo reducen a su función política y que interpretan el efecto derealidad producido por la literatura testimonial en el sentido de una correspondenciamimética con la realidad extraliteraria (Gringberg, 2006).
La manifestación del Testimonio está suscrita dentro una marginalidadque le impone el mismo historiador, puesto que la aceptación deldocumento oficial como único recurso legítimo para darle sostén auna investigación excluye otras fuentes alternas como pruebas útilesy capaces para su registro, negándole valor histórico por su ausenciade articulación disciplinada y metodológica. Sin embargo, esta visióndota de invisibilidad a quienes fueron excluidos de los documentosoficiales, inmersa en la retórica que expresa la ideología hegemónicae invalida a los sectores subalternos en su totalidad. La realidad vividadesde la clandestinidad que obliga la lucha guerrillera, el sector socialo étnico proveniente o la función desarrollada durante el proceso delos acontecimientos los convierte en personajes marginales y/osubordinados.
Entre las vertientes señaladas, la primera corresponde al
reconocimiento de los sujetos que son enunciados en las obras comoagentes históricos, así como a la aceptación de la otredad que sepresenta en la lucha política y cultural del marco social e histórico enel que se desenvuelven las narraciones testimoniales. La segunda tomael carácter literario como eje de análisis y descarta, en muchasocasiones, la relación sociopolítica que tiene el género con el entorno.
Para la primera tendencia analítica e interpretativa es ineludible
ver la importancia que tuvo la institucionalización del Género a travésde la revista Casa de las Américas y los primeros sesgos reflexivos sobresu manifestación, como el caso del articulo El «otro» del testimonio deFrançoise Perus (1989: 134-137) en el que se señala la experienciasociohistórica del sujeto que enuncia la narración, misma que se imponeante una construcción formal de la escritura, donde el sujeto de lanarración tiene injerencia en el quehacer histórico de su comunidad yse manifiesta por medio de la voz del discurso que se vale del scripteur,compilador y editor «que, por sus características socioculturales, notiene acceso a la letra escrita e impresa, vale decir a los múltiplesaspectos de la institución literaria» (135). Ante esta afirmación, RenatoPrada Oropeza señala que el testimonio «se presenta como un discursoescrito, pero en su articulación original es un discurso oral» (2001:48),es decir, hay un «desdoblamiento» de registros en las obrastestimoniales articuladas por medio de dos actores.
La relación binaria existente en algunos testimonios entre el
compilador y el testimoniante dio fundamentos a John Beverley paraargumentar que en la articulación oralidad-literaturización:
La voz testimonial implica un reto a la pérdida de la oralidad en el contexto de losprocesos de modernización cultural que privilegian el alfabetismo y la literaturacomo normas de expresión; pero a la vez permite el acceso a la literatura (y a unpúblico lector nacional e internacional) de personas normalmente excluidas de ella,que anteriormente tuvieron que resignarse a ser representados por escritores queno pertenecían a su clase, etnia o subcultura (1987: 161-162).
En el caso del sujeto subalterno que carece de accesibilidad a laescritura y los procesos de configuración de ella, tiene una precisióndiscursiva en su enunciación, una estética propia de su cultura y una
expresividad en el dominio de la oralidad y su «saber contar». Sinembargo, la exigencia de registrar su experiencia por él mismo lo dotade mutismo, es decir, lo silencia desde la diferenciación dicotómicade opuestos superioridad/inferioridad, alfabetismo/analfabetismo,letrado/iletrado, mientras la cultura hegemónica justifica y legitimala configuración desde su punto de enunciación.
Los argumentos anteriores van encaminados a matizar que el
Testimonio es «la voz de los sin voz», pues encuentran en la narraciónla insistencia de la representatividad del propio narrador en vías deuna tendencia ideológica de su colectividad y, a su vez, es expresaday manifiesta a través de las palabras del testimoniante, quien fungede portavoz de las demandas identitarias, políticas, sociales,ideológicas, etcétera, que conciernen a una comunidad en específico. Construye en sí una «voz colectiva» contrapuesta con el discursohegemónico, en donde el «yo» del narrador se convierte en un«nosotros» ideológico. Respecto al tema, Prada Oropeza señala queen el discurso, el «nosotros» nunca habla desde el punto de vistalingüístico. No obstante, afirma que si «yo» habla es porque es«nosotros» (1990: 37).
En la producción del testimonio como objeto literario o político y
extendido al ámbito académico, en donde existe la participaciónde un enunciante y un compilador —el cual debe intervenirmínimamente en el discurso para no influir— son cuestionables lasformas en que se utilizan los recursos por alguna de las partes, ya seapor la situación en que se encuentra cada uno de ellos, como porejemplo, la explotación del material testimonial por parte delcompilador o la manipulación que hace el testimoniante delcompilador para que ponga a su alcance los recursos a los que notiene acceso. Sin embargo, la colaboración de ambos es importante(no imprescindible) para la elaboración del testimonio.
La dicotomía que existe en algunos testimonios donde se establece
una relación de codependencia entre el testimoniante y el recopilador,designó al Testimonio (con la idea de que es la «voz de los sin voz»)con una función principal: la autorepresentación del sujetomarginado, el subalterno. Esta noción se fortaleció con la tendenciaacadémica interdisciplinaria estadounidense que impulsó el desarrollo
de los «Estudios Subalternos», de los cuales Beverley tomó partidocon el establecimiento del Grupo de Estudios SubalternosLatinoamericano en 1992.1
La perspectiva que surge de los Estudios Subalternos establece un
carácter antiliterario al testimonio, pues tiende a consolidar la idea deque el subalterno ha sido excluido de la institución literaria. Sinembargo, Beverley afirma que:
[.] el testimonio por lo tanto es en su esencia una «obra abierta» que afirma elpoder de la literatura como un aparato de acción social, pero también su radicalinsuficiencia. Pone en tela de juicio la institución históricamente dada de la literaturacomo un aparato de dominación y enajenación, [.] hay experiencias vitales en el mundohoy que no pueden ser representadas adecuadamente en las formas tradicionalesde la literatura burguesa, que en cierto sentido serían traicionadas por éstas. Por lo tanto, el testimonio aparece muchas veces como una forma extraliteraria oaún antiliteraria (1987: 166).
A diferencia de la inclinación que considera al Testimonio como la«voz de los sin voz» y que reconoce al testimoniante como agente histórico,la segunda pone énfasis en las características ficcionales del Género,desde una perspectiva que analiza la forma en que se inserta endistintas tradiciones literarias. El Testimonio es visto como un procesode producción que se configura para formalizarse como obra literaria,por ende, se le aborda desde ésta misma óptica, a través de lecturascomparativas de «otras» manifestaciones literarias. Esta laborreinterpretativa suele ser la negación de una autenticidadlatinoamericana, en la que se advierte una América Latina conincapacidad de generar manifestaciones culturales propias y se la
1 Beverley explica la noción que tenía el Grupo sobre este tipo de estudios: «Veíamos los
estudios subalternos como ‘una estrategia para nuestro tiempo’, por usar una frase de
Spivak. Defendiendo el rango histórico de nuestro proyecto, nosotros incluimos no sólo el
periodo colonial y nacional, sino también los efectos de la hegemonía neoliberal y la
globalización económica y comunicacional sobre América Latina en la década de los ochenta
(nuestra elaboración de los estudios subalternos fue condicionada por la previa emergencia
de los estudios culturales). Concebimos el proyecto como una intervención en las relaciones
que producen dominación y subordinación, no sólo del pasado, sino también en el
aparta de sus procesos políticos que desencadenaron enfrentamientosarmados en el pasado. Respecto a la flexibilidad de su definición y laperspectiva que busca una lectura bajo una óptica literaria, GutiérrezMagallanes señala que el testimonio: «considerado como unaproducción literaria-cultural «otra» —en relación con la producciónliteraria que se procura bajo el canon occidental— ha incomodado ala academia por su resistencia a sujetarse a los criterios de abordaje yanálisis establecidos» (2006: 88).
Las tendencias de lecturas comparativas del Testimonio suelen
ser principalmente tres tradiciones literarias: «Novela de formación oeducación (Bildungsroman)», «Autobiografía» y «Vidas ejemplares»(de tradición colonial). Divergencias interpretativas
Como se ha señalado anteriormente, existe una visión que sitúa altestimonio ante una tradición literaria que pareciera tener similitud. Sinembargo, muchas veces la comparación tiene una presencia forzada,además de que ello menosprecia al Género como una manifestacióncultural propia de América Latina, así como de eliminar el proceso históricodel que emana y formaliza su presencia. A continuación haremos unbreve recorrido por las interpretaciones más recurrentes en las lecturasdel Género, señalando algunas inconsistencias de sus lecturas. Bildungsroman: Construcción del yo
La analogía más recurrente de los textos testimoniales y las expresionesliterarias occidentales se enfoca a la corriente de Novela de formación oeducación (Bildungsroman), caracterizada por la directriz «autobiográfica»del narrador, pero que sobrepasa la construcción del propio «sujetoindividual» y su identidad personal, subjetiva y privada —es decir:«descolectivizada»—. Se destaca la infancia como espacio deformación de la personalidad, del «ego», así como la predisposiciónde situar las experiencias vividas dentro de un espacio histórico,
aunque despersonalizado. Donde la propia experiencia es unapreparación del autor para asimilarse dentro de una cultura dominantey situarse como parte de ella, al mismo tiempo que abandonaconscientemente su propia identidad étnica y/o de clase, para integrarsea sí mismo con una individualidad modernizadora.
La tradición del Bildungsroman es propiamente de origen europeo.
Sin embargo, el ejemplo latinoamericano, más que polémico, es laobra de Ricardo Rodríguez (que termina nombrándose RichardRodriguez) Hunger of Memory, de acuerdo con la afirmación de FredricJameson es la «que puede servir como lección sobre el destino de laautobiografía cuando se prolonga en un contexto tercermundista, yaque es reconocidamente integracionista o asimilacionista» (1992: 128).
En la obra de Rodriguez se refleja su propia necesidadde
integración a la cultura dominante, por lo cual, presenta su posturacon respecto a su herencia cultural de origen hispano, en dondela construcción de la individualidad de Rodriguez involucra una pérdidano sólo de identidad étnica sino de nombre (Beverley, 1993: 15). La integración a la cultura dominante del autor continúa con el rechazoal bilingüismo en que él se desarrolla, como hijo de migrantesmexicanos en los Estados Unidos; por ello, el idioma inglés es lalengua en la que enuncia su propia vida. Ante esta situación, Beverleyseñala que: «La ley del padre que impone la castración simbólicaobligatoria para la socialización del sujeto es la necesidad de abandonarel lenguaje materno» (15).
En contraste con los testimonios latinoamericanos, el lenguaje es
un medio para denunciar la situación de opresión y descomposicióndel sistema, en la que se incluye, en considerables ocasiones, el rechazoexplícito a la cultura dominante y los sectores que ostentan el poder. En ambos casos, el lenguaje es una herramienta para hacerse escuchar;en Hunger of Memory, señala Lauro Flores que «la apropiación queRodríguez hace del discurso de éste —lo admita él o no— funcionaprecisamente para defender y preservar ese mismo orden» (1992: 101). Sin embargo, los enunciantes de los testimonios latinoamericanos nobuscan la integración o asimilación a la cultura o sistema dominante,sino que su propia cultura y/o colectividad sea considerada comoparte de un proyecto constructor de un nuevo sistema en el que su
comunidad se incluya como parte de él, conviviendo con «otras»comunidades y pueda conservarse junto con ellas, sin tener queenfrentar el peligro constante de ser eliminados sistemáticamente. Vidas ejemplares: La razón ante el sentimiento
En tanto la corriente de tradición colonial, Vidas ejemplares, evocaestas obras desde distintos ángulos, el propio John Beverley le otorgarelavancia a «la importancia tradicional de textos de carácterdocumental con dificultad de ser asimilables por las normas literarias»(1987: 158-159), entre las cuales se encuentran las crónicas de laépoca colonial, mismas que para él, dieron pie a la proliferación deexpresiones testimoniales en América Latina.
Las propuestas que puntualizan la representación de la subalternidad
inmersa en el Testimonio y la disposición comparativa de la tradicióncolonial, resaltan: «[.] la manera como la separación entre escritura yoralidad influye en la formación de un género —el testimonio—, dela misma manera que en el periodo colonial la separación entre razóny sentimiento producía un género ‘irracional’: el testimonio de la vidamística» (Franco, 1988: 93).
La producción de estas obras coloniales fue registrada por los
confesores con el objeto de reforzar los valores y virtudes propias dela vida religiosa; ello llevó a puntualizar los aspectos dicotómicosinteligencia-marginación.
En su estudio sobre el testimonio de la boliviana Domitila Barrios,
Jean Franco hace la separación de razón (relacionad con el géneromasculino) y sentimiento (relacionado con el género femenino), queregía en el pensamiento colonial latinoamericano, la cual asocia conla jerarquía de poder. En la actualidad, ubica a la «inteligencia» conquien tiene e integra el medio donde se hace literatura y altestimoniante como parte de la marginalidad que ha impuesto elsistema; es, en sí, el subalterno que tiene como medio de comunicaciónla oralidad. En ambos casos, en la época colonial y en la AméricaLatina de la segunda mitad del siglo veinte, el medio escrito es propiode la esfera de poder, mientras la oralidad es propia del subalterno.
A pesar de la aproximación constructiva entre las obras coloniales
y los testimonios latinoamericanos, su reinterpretación es insuficientepara plantear una asimilación entre ambas, y en el análisis se escapanlas relaciones contextuales que dieron origen a cada una de estasmanifestaciones. Aún más, la búsqueda de realización de la utopíamanifiesta se contrapone: en las obras coloniales se plantea bajouna perspectiva religiosa-mística, mientras en los testimonioslatinoamericanos es bajo una perspectiva política-ideológica. Porúltimo, hacemos referencia al argumento de Gutiérrez Magallanes, elcual apunta que:
[.] a diferencia de las vidas ejemplares, los testimonios políticoslatinoamericanos no hablan del yo y del cuerpo en función de una experienciamística sino que hablan desde el yo pero en relación con una historia y luchapolítica colectivas, y sí hablan del cuerpo pero, por lo general, en relación alEstado y sus instituciones militares, políticas, económicas y culturales que looprimen, excluyen o violentan (2006: 90).
Con lo que se afirma la distancia y equívoco comparativo entre dosmanifestaciones histórico-literarias latinoamericanas, con unatranspolación de actores sociales en contextos visiblemente ajenos. Autobiografía: El yo fuera del nosotros
En la estructura narratológica de algunos testimonios existe unencadenamiento de experiencias dispuestas cronológicamente,2 razónpara asemejarlos de manera extremada con la tradición occidental deescritura autobiográfica. Respecto a la autobiografía, esta secuencia deexperiencias tiene un trazo lineal en relación con la evolución humana—niñez, adolescencia, edad adulta, etc.— en la que el sujeto enunciantees el centro del universo narrado, preponderadamente idealizado. En
2 Se debe señalar que no todos los testimonios parten de un punto temporal en específico y
se proyecta su narración hacia delante. La posición de las narraciones enunciadas en las obras
testimoniales se disponen en consideración del testimoniante o el compilador, si éste existe.
cambio, Jameson señala que: «En el testimonio, pienso, la experienciase mueve hacia atrás y adelante entre dos polaridades o límitesdialécticos respecto del sujeto individual: uno es el ritual colectivo ocampesino, siempre presente en estos testimonios; el otro es la historiaen el sentido de irrupción brutal, de catástrofe» (1992: 130).
Como se citó anteriormente, la autobiografía va construyendo
al sujeto individual para establecer su identidad personal y dar formaal «ego». El autor se desprende intencionalmente de la colectividad yexige su reconocimiento como individuo, con lo que prevalece larepresentación y exaltación de sus características personales dediferenciación respecto al de la comunidad en donde se desenvuelve.
El vocablo subjetivo «yo» del sujeto autobiográfico establece una
fuerte separación de los «otros», a diferencia del testimoniolatinoamericano donde el «yo» es también «nosotros» y es enunciadodesde dentro y parte de una colectividad. En la autobiografía,los personajes que llegan a aludirse en ella «dependen exclusivamentedel sujeto centrado»(Gutiérrez, 2006: 95) y participan de manerasecundaria ante la posición dominante del autor. Por lo tanto,la característica dialógica del testimonio es contrapuesta con laautoridad monológica que impone la autobiografía. La extensa vereda
La preocupación en torno al Testimonio no ha concluido, aunque sumanifestación puede rastrearse desde años atrás. Las nuevas formasy contenidos han despertado gran interés recientemente, como sepuede observar en la Enciclopedia of Postcolonial Studies (Hawley, 2001)o el trabajo realizado por Renato Prada Oropeza (Prada, 2001). Noobstante, la supremacía ejercida por las formas canónicas haimposibilitado la aceptación del Testimonio como objeto literario ofuente histórica. Uno de los problemas afrontados es concerniente ala veracidad de su contenido, donde la naturaleza del propio Géneroda pie a señalar y cuestionar la subjetividad manifiesta en la narraciónde los hechos en primera persona.
Es muy evidente que el Testimonio como objeto de estudio tiene
la capacidad de aportar diversos elementos para enriquecer elconocimiento de la región latinoamericana, así también, para lacomprensión de los procesos que se han desarrollado en los países dela región. La recuperación de la memoria histórica tiene al Testimoniocomo un recurso apto para su objetivo: combatir el constante olvidode los pueblos. A la par de los aportes que arrojan las fuentes oficiales,que muchas veces responden a las necesidades del Estado, el Géneroes un objeto de estudio que contribuye a la escritura de la historia deAmérica Latina desde su hacer histórico, apuntando la presencia deculturas subsumidas, que a su vez son parte integral de una región,con el constante reconocimiento de la otredad que vislumbra laenunciación de las experiencias de los testimoniantes.
Los elementos del Género testimonial reivindican la experiencia de
los seres humanos en los procesos sociales; de la misma manera, lasubjetivad, como una característica de estas obras, participa para construirel conocimiento de lo social desde las perspectivas históricas y literariaslatinoamericanas. La vigencia del Género en el estudio de AméricaLatina es pertinente; por ello, una mirada a su disertación como objetoy sujeto de estudio, así como a las obras insertas en él, tiene unapermanencia en el ámbito cultural de la región. El testimonio derivadode la práctica social se coloca en el campo académico, donde el usodel discurso de y en el propio testimonio es el eje de suproblematización, permitiendo un espacio a diversas culturas,muchas veces contrapuestas entre sí, para registrar su hacerhistórico de una manera en la que confluyen sus propiasparticularidades que los identifican como colectividad y que son partedel devenir histórico de una Nación.
El propio Estado favorece al testimonio, a partir de su afán de
consolidar su permanencia en el poder, ya que participa de maneradirecta en el momento en que desdibuja el pasado desde sus propiasinstituciones y oculta —o en ocasiones, desaparece—las evidencias de sus acciones, con lo que otorga valor a aquellosdocumentos testimoniales que ponen en evidencia lasinterpretaciones de su supuesta «verdad histórica».
El análisis respecto a las obras testimoniales proyecta puntos de
discusión con base en aspectos propios del quehacer histórico, másallá de la compilación documental que permite la escritura de lanarración cronológica de los hechos; es decir, es pertinente la inmersióna conceptos integrales en la configuración del testimonio, presentadoéste como fuente histórica, en donde el discurso enfrenta laproblemática en torno a la memoria y las implicaciones de la verdad ysu validación como tal.
Por ello, la vigencia del testimonio como recurso de develación
del pasado inmediato, bajo una estética propia y una praxis constantede lucha hacia una transformación sistemática, da espacio para suestudio e interpretación en nuestro presente. Es de esta manera quela fuente histórica que constituye el Género debe observarse comoparte del producto emergente del proyecto revolucionariolatinoamericano, así como de la exigencia de autorrepresentación delas culturas subalternas, en la que se pretende trastocar la dominacióncultural de la hegemonía, conjuntamente con las relaciones inherentesentre la memoria y la historia a través de las letras que fueronconfiguradas en los testimonios. Obra citada
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CHAPTER I: INTRODUCTION The Calamity Maharashtra witnessed the worst ever torrential rainfall between 24 July and 5 August 2005, followed by successive spells of flood in all the four regions, viz., Konkan, Marathwada, Vidarbha and Western Maharashtra. It was a statewide disaster, leaving a trail of destruction and devastation in 33 out of 34 districts, of which four1 districts were th